Cuando una o uno dice estar a dieta y va a un restaurante, se acomoda en la mesa, mira el menú, escucha lo que los otros comensales piden, estira un poco el mantel y sufre. Es así, no hay vuelta. Uno mira de reojo la canasta de pan, la manteca, el salero y cuando amaga a pescar el único bollito de pan negro, unos dedos flacos y resueltos nos ganan de mano (pero qué des-fa-cha-tez). Entonces vamos al plan B, que es la bolsita de grisines.
Los grisines se inventaron en Italia en el Siglo XVII. Desde ese entonces se empezó a correr la bola de que comer ghersin (sonido onomatopéyico) era más sano que comer pan. Tal vez porque, al no tener miga y ser menos húmedos, se convirtieron en un sustituto más fácil de digerir. A partir de ahí estuvieron asociados a la dieta. Son muy ricos, eso sí, y útiles a la hora de rescatar los restos de las entradas que los vivíparos hayan dejado sin exterminar. Pero si es por calorías, sepamos que los grisines son mucho más engordantes que el pan.
La receta:
Los ingredientes básicos de los grisines son, harina, agua y aceite. Y después, lo que la imaginación proponga. Las proporciones dependerán de la cantidad que queramos hacer. La idea es poner harina en un bol (que puede ser leudante, común y polvo royal, integral, de salvado o de maíz; también podemos mezclar harina con levadura de cerveza previamente disuelta en agua tibia); un poco de aceite (de maíz, girasol o de oliva... incluso manteca derretida), agua tibia, sal, alguna especia (pimentón, orégano, pimienta u otra que les guste), una cucharadita de azúcar e, idealmente, queso rallado y semillas de sésamo, que les dará mayor virtuosidad. Mezclamos los ingredientes con el agua tibia hasta que se forme una masa que no se pegue a los dedos. Amasamos un rato. Separamos en bolitas, las estiramos hasta formar los palitos y le espolvoreamos encima las semillas de sésamo. Llevamos a fuente enmantecada o aceitada y horneamos 5 minutos de cada lado. Si queremos los podemos pintar con huevo o con manteca.
Y si siguen con la idea de estar a dieta, recuerden el rezo que dice: Señor, si no puedes hacerme adelgazar, haz que engorden todos mis amigos.
Los ingredientes básicos de los grisines son, harina, agua y aceite. Y después, lo que la imaginación proponga. Las proporciones dependerán de la cantidad que queramos hacer. La idea es poner harina en un bol (que puede ser leudante, común y polvo royal, integral, de salvado o de maíz; también podemos mezclar harina con levadura de cerveza previamente disuelta en agua tibia); un poco de aceite (de maíz, girasol o de oliva... incluso manteca derretida), agua tibia, sal, alguna especia (pimentón, orégano, pimienta u otra que les guste), una cucharadita de azúcar e, idealmente, queso rallado y semillas de sésamo, que les dará mayor virtuosidad. Mezclamos los ingredientes con el agua tibia hasta que se forme una masa que no se pegue a los dedos. Amasamos un rato. Separamos en bolitas, las estiramos hasta formar los palitos y le espolvoreamos encima las semillas de sésamo. Llevamos a fuente enmantecada o aceitada y horneamos 5 minutos de cada lado. Si queremos los podemos pintar con huevo o con manteca.
Y si siguen con la idea de estar a dieta, recuerden el rezo que dice: Señor, si no puedes hacerme adelgazar, haz que engorden todos mis amigos.