Advertencia: este es uno de los habituales posts en donde la entrada explota de bytes. Si el bloggero lector no tiene tiempo, sugiero pasar de largo. Si a pesar de la advertencia, el lector bloggero igual se quiere quedar, tenga paciencia. Hoy me levanté con ganas de escribir.
Ahora sí: El día que murió Steve Jobs, yo no tenía idea de quién era ese hombre. Me enteré porque muchos colegas ponían, por foto de perfil, la imagen de la manzanita. Facebook ardía con la noticia: el creador de Mac ha muerto.
Llegué pronto a un video muy emotivo en donde Jobs hablaba sobre "conectar los puntos" del pasado. Lo que entendí es que sugería que todo lo que uno aprendió en la vida podía reunirse en el presente, viniendo a significar esto, la clave del éxito. Me conmoví con su discurso y sentí una especie de iluminación. Pero, con el correr de los días, caí en la cuenta que la luz que el yotube enciende, pronto se apaga. A partir de entonces, empecé a preguntarme si realmente estas teorías funcionaban en la realidad. O es el corazón mudo, o es que los puntos se repelen, o la voz interior es un carromato o es que con las habilidades por sí solas, no alcanza.
Por poner un ejemplo, voy a poner el mío. En mi niñez aprendí teoría, solfeo y punteo de guitarra criolla, flauta dulce, quena; taquigrafía, mecanografía, cerámica, samba y folklore; hice manualidades, anduve entre los boy socuts, hice de negra en las fiestas patrias y hasta tomé cursos de corte y confección. A los trece años ahí estaba yo, en la puerta del secundario, cargando con todo mi equipaje intelectual. Lo recuerdo muy bien. Fue un día terrible. Pisé la escuela con un vestuario tan rústicamente hecho con mis propias manos, con una cartuchera tan mal pintada con mis propios dedos, que me gané un apodo bastante infeliz que no quisiera repetir. Desde luego, ese día aprendí que para algunas cosas, mejor seguir a la masa.
Llegué pronto a un video muy emotivo en donde Jobs hablaba sobre "conectar los puntos" del pasado. Lo que entendí es que sugería que todo lo que uno aprendió en la vida podía reunirse en el presente, viniendo a significar esto, la clave del éxito. Me conmoví con su discurso y sentí una especie de iluminación. Pero, con el correr de los días, caí en la cuenta que la luz que el yotube enciende, pronto se apaga. A partir de entonces, empecé a preguntarme si realmente estas teorías funcionaban en la realidad. O es el corazón mudo, o es que los puntos se repelen, o la voz interior es un carromato o es que con las habilidades por sí solas, no alcanza.
Por poner un ejemplo, voy a poner el mío. En mi niñez aprendí teoría, solfeo y punteo de guitarra criolla, flauta dulce, quena; taquigrafía, mecanografía, cerámica, samba y folklore; hice manualidades, anduve entre los boy socuts, hice de negra en las fiestas patrias y hasta tomé cursos de corte y confección. A los trece años ahí estaba yo, en la puerta del secundario, cargando con todo mi equipaje intelectual. Lo recuerdo muy bien. Fue un día terrible. Pisé la escuela con un vestuario tan rústicamente hecho con mis propias manos, con una cartuchera tan mal pintada con mis propios dedos, que me gané un apodo bastante infeliz que no quisiera repetir. Desde luego, ese día aprendí que para algunas cosas, mejor seguir a la masa.
Volviendo al presente, que es el lugar desde donde escribo, todavía hoy me sigo preguntando por qué hacen tanto efecto las palabras de Jobs, si en el fondo todos sabemos que son mentira. No sé si es suerte, estrella, destino, pero la vida es muy distinta para cada uno de nosotros.
Para no dejar sembrado el gusto pesimista de las cosas, quisiera decir que yo sí he contado suerte en la vida. Una, dos, tres de ellas, el espacio para pasar recetas. Porque a eso también venía:
1 cebolla grande de la que tengan
1 diente de ajo del que tengan
1 pimiento morrón rojo del que tengan
1 lata de calamares o 1 tazas de calamares hechos en casa, si es que pueden con ellos
1 lata de tomates peritas pelados, de la que tengan
Un poco de vino blanco seco de la marca que sea
Sal, pimienta, pimentón dulce, pimentón picante (yo le puse también una pizca de chile, para darle power, porque es lo que tenía)
Donde se concentran los sabores:
Calentar el aceite de oliva, freír el ajo y la cebolla bien picados o pisoteados. Luego agregar el pimiento morrón cortado bien chiquito. Salar, pimentar, agregar pimentón dulce y picante. Agregar un poco de vino blanco. Cuando evapore, agregar la lata de tomates pisados y, por último, los calamares (si son de lata, ya vienen cocidos).
En olla aparte, cocer arroz. Cuando esté cocido, lo colamos y lo metemos en moldecitos. Luego los desmoldamos y echamos por encima la salsa de calamares. Un plato muy popular pero no por ello menos personal.
En olla aparte, cocer arroz. Cuando esté cocido, lo colamos y lo metemos en moldecitos. Luego los desmoldamos y echamos por encima la salsa de calamares. Un plato muy popular pero no por ello menos personal.
Yo se que los que tienen Iphone y Ipad me estarán odiando. Tal vez también se enoje por esto que digo Steve Jobs (por allá por donde se encuentre, quizá atascado en la net). Así que en algo he de redimirlo. Esa parte de la "marca personal", la compro. No puedo usar la manzana porque Mac me demandaría. Pero sí esta insignia que armé con la cabeza de un ají morrón que ven en la foto. Porque tal vez sí, tal vez todo termine resultando como dice Jobs. Quien dice que mañana no se contacte conmigo algún gerente de Knorr Suiza o Arroz Gallo Oro para pedirme que escriba recetas de cocina para las tapas posteriores de sus cajas. Y si esto sucediera, entonces sí, me diría "qué suerte (perra) la mía". Y también diría, muchachos, vayan agrandando la caja.
Hoy no hay cuento.Muchas gracias a los que aguantaron hasta acá. Y a los que aguantan más allá, también.
Hoy es viernes y llueve. Desde septiembre, todos los viernes llueve.