Cuenta una fábula que, cierto día de verano, un oso latifundista salió en busca de miel y pronto se encontró con un enjambre. Exaltado, dijo a las abejas, “denme un poco de esa rica miel”. Las abejas proletarias respondieron, “nop, esa miel es nuestra, llevamos trabajando todo el año para rellenar un tarro, oci-oso”. El oso, enfadado por la respuesta insurrecta, agarró un palo y empezó a darle golpes al panal hasta que éste cayó. Las abejas revolucionarias lo corrieron por la llanura entera, picoteándole la espalda peluda y las orejas. El oso encontró un río y en él se sumergió, quedando con la boca para afuera, recitando unas teorías de David Ricardo. La moraleja, si no me equivoco, es que se deben pedir las cosas bien, sin abusar de la superioridad física o del rango que una o uno, por eventualidad, pueda tener en la vida. Mucho tenemos que aprender de las abejas.
Por esas cosas del destino, hoy me encuentro recordando esta alegoría frente a la góndola de un supermercado. Cientos de pequeños envases de miel, etiquetados con el dibujo de una abeja gorda y sonriente, sugiriendo con el dedo gordo “todo está bien”. Por ocho pesos, cuánto significado se lleva una a la casa. Pero adónde iba, señoras y señores? Sí, a la cocina:
Por esas cosas del destino, hoy me encuentro recordando esta alegoría frente a la góndola de un supermercado. Cientos de pequeños envases de miel, etiquetados con el dibujo de una abeja gorda y sonriente, sugiriendo con el dedo gordo “todo está bien”. Por ocho pesos, cuánto significado se lleva una a la casa. Pero adónde iba, señoras y señores? Sí, a la cocina:
Para la masa:
200 gramos de harina
1 cucharada de polvo royal
1/2 cucharadita de sal
5 cucharadas de azúcar
1 cucharada de canela
1 yema
100 gramos de manteca
50 cc de agua fría
Para el relleno:
400 gramos de queso crema
100 gramos de azúcar
Ralladura de limón
3 claras de huevo batidas a punto nieve
Miel (cantidad que quieran, porque es para la cubierta)
Pasas de uva
Procedimiento:
Pisar la manteca con el azúcar, la canela y la sal. Agregar la yema y mezclar. Luego, añadir la harina mezclada con el royal e integrar con las manos. Amasar mientras vamos agregando de a poco el agua fría, hasta obtener una masa uniforme. Reservar en la heladera por media hora.
Mientras tanto, mezclar el queso crema con el azúcar y la ralladura. Luego integrar las claras con movimientos envolventes. Cubrir la tarta con este relleno y llevar al horno mediano por media hora. Retirar del horno y cubrir de miel y pasas de uva.
Así como las abejas de panal tienen que cuidarse de los osos, los osos de las formas y la miel de tarro de las mujeres y las moscas, la moraleja entonces: a cerrar bien la tapa.
Me despido con un relato que me viene como anillo al dedo (después de probar -a pesar de mis prejuicios- un vino patero, cualquier cuento me queda bien). Hasta la próxima semana, hic!
(Extraído de Documenta mínima)
Durante un paseo, me uní a un cortejo fúnebre. Siempre anima más que vagar uno solo y sin rumbo. No sabía a quién estaban enterrando, pero ¿qué importaba? Nosotros, los humanos, formamos todos una gran familia.
Además, siempre se puede preguntar. Mi vecino de la izquierda del cortejo tampoco lo sabía.
—Voy a la tintorería a recoger un pantalón. He visto un funeral y puesto que me pilla de camino me he unido. Sólo hasta la esquina y después tuerzo.
Pregunté, pues, al vecino de la derecha.
—¿Que de quién es el funeral? Y yo qué sé, ¿acaso muere poca gente? El banco no abre hasta las nueve, así que tengo un poco de tiempo todavía.
El tercero, que caminaba unos pasos atrás, tampoco era capaz de informarme.
—Yo no soy de aquí, soy un simple turista. Pero pregunte a esa señora con velo negro, la que camina detrás del féretro. Tiene pinta de ser la viuda y debe de saberlo.
En ese momento empezó a llover y abandoné el cortejo. No voy a mojarme por alguien a quien ni siquiera conozco personalmente.
La mosca, Acantilado, Barcelona, 2005, 136 páginas.