La “dacha”, en Rusia, era el tipo de casa de campo que se puso de moda durante el zarismo del Siglo XIX entre las familias mejor acomodadas. Generalmente eran usadas para guardar los muebles viejos, reunirse los fines de semana, descansar y también para cultivar una gran huerta. Luego de la revolución rusa, y durante el comunismo, el gobierno entregó a los trabajadores unas parcelas de unos seis sotok (algo así como 600 metros cuadrados) para que construyeran sus propias dachas. Las familias aprovechaban el terreno para cultivar papas, pepinos, zanahorias y, sobre todo, remolachas que, al parecer, eran bien rojas y crecían con una facilidad asombrosa.
Con las remolachas se prepara el tradicional borscht, sobre cuyo origen hay una gran disputa. Los rusos dicen que el borscht es ruso y los ucranianos dicen que nó, que es de Ucrania. Teniendo en cuenta que Ucrania se independizó de la Unión Soviética recién en 1991, consideramos que esta querella ha de haber sido la menos importante de todas. Por lo cual yo paso una versión de borscht frío, que no se parece mucho ni al ruso ni al ucraniano, pero para quien poco sabe de cocina y menos de historia, le va a venir muy bien. Es muy fácil mi versión. Si me salteo algún ingrediente, que nadie se ofenda, que acá queremos a todos.
Ingredientes para 2 personas:
5 remolachas, 1 zanahoria, caldo de carne (o el agua de las remolachas hervidas), 1 cucharada de azúcar, 1 chorrito de vinagre, sal, crema (o crema agria), 1 huevo, perejil o apio y 1 cucharada de aceite de oliva (opcional).
Ponemos a hervir las remolachas y la zanahoria. Cuando estén tiernas, las escurrimos (reservando el agua, si es que no vamos a usar caldo). Cuando enfríen, las procesamos en la licuadora con el azúcar, la sal, el vinagre y el aceite. Vamos agregando agua de remolachas o caldo en la medida que queramos el borsch más o menos espeso. Al momento de servir agregamos por encima 1 huevo duro picado, perejil o apio, pepino cortado en daditos y un chorro de crema (o smetana).
Muchos escritores hacen mención al borscht en sus libros. En uno de sus ensayos, Walter Benjamin, famoso filósofo judeo-alemán, se refirió, diciendo: “tus ojos bebieron de la roja exuberancia de este plato”. Muy linda frase, esa se la entendimos todos.
Aprovechando esta noble ocasión en donde un tema lleva a otro sin aparente coherencia, damos fin a esta entrada con otra cita de nuestro querido, aunque enredado, el mencionado, Walter Benjamín.
HELIOTROPISMOComo las flores vuelven su corola hacia el sol,
así también todo lo que ha sido
en virtud de un heliotropismo de estirpe secreta
tiende a dirigirse hacia ese sol que está por salir en el cielo de la historia.
[En "Tesis de la historia"]