domingo, 3 de enero de 2010

Masitas Pensión Murano


Llueve. Queremos ver una película, cocinar, dormir la siesta y hacer una torta de cumpleaños. Llamamos a la homenajeada para preguntarle “¿no querés que te prepare una riquísima torta? (…) Ah, no? (...) Que te la lleva Ale decís…? (…) ¿Pero otra vez? (¡clack!)”. La repostera de la familia nos ha ganado de mano con demostrada experiencia en la cocina y en su velocidad para llamar por teléfono (aunque esto último de poco vale). Y bué… podríamos ordenar la casa, mirar una película y dormir la siesta. Pero… cómo puede ser que nos haya ganado de mano Ale? ¿Llamó antes? ¿Cuánto tiempo antes? Y, realmente, podemos competir con la repostera de la familia? La respuesta es simple y es nó.


En los cumpleaños de antaño, las tías que se quedaban sin el derecho de hacer la torta llevaban las masas finas. ¡Genial! ¡Haremos masas! Claro, las tías eran jubiladas y aburridas y también tejían al crochet y entonces... Alto, que no decaiga el estado de ánimo porque lo vamos a necesitar.
Para las masas necesitaremos: 2 huevos, 1/3 taza de azúcar, 1/3 taza de harina, 1 cucharadita de polvo royal, esencia de vainilla y pirotines (si son chiquitos, saldrán unos treinta). Separamos las claras de las yemas. Batimos las claras a nieve y cuando estén firmes agregamos azúcar y seguimos batiendo hasta que se convierta en merengue. Luego batimos las yemas a punto letra. Agregamos las yemas a las claras con movimientos envolventes. Agregamos de a poco el harina y el polvo royal (si es posible, tamizados), siempre mezclando de a poco. Distribuimos en pirotines hasta la mitad. Recuerden que en el horno se inflan al doble de tamaño. Llevamos al horno mediano / mínimo unos 15 minutos. La bandeja donde los ponemos tiene que estar alta, como para que no se queme la base de la masa. Apagamos el horno, abrimos la puerta hasta la mitad y dejamos enfriar.
Hacemos un hueco en el centro del bizcocuhelito y rellenamos con moscato o licor y dulce de leche. Metemos en la heladera.

Estiramos con un palote con fondant o pasta Carmela con un poco de colorante. Todas estas cosas y muchas más las conseguirán en cualquier casa de repostería que tengan a mano (sino vayan a Doña Clara). Para que la masa no se pegue hay que usar maicena. Y acá cada uno las diseña (o aderezzzza) como quiera. Las masas de jubilada nunca tienen el éxito de la torta de la repostera, pero si tienen algo de bueno es que se pueden transportar como sourvenir. Así que al final de la tarde ustedes pueden repartirlas mientras dicen “Ride bene chi ride ultimo” (bien bajito como para que nadie les entienda bien).

6 comentarios:

  1. Tuve el honor de probarlos y sólo puedo decir una cosa: ¡quiero más! (a mí no me mataron)

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  2. ¿Cómo que no? ¿Quién habla del otro lado?

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  3. que rico! ideal para que Kaetano se ponga el gorro de cocinero

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  4. Riquísimos! con estos festejamos mi titulo de profesor, Gracias prima!

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  5. Gracias hermana, casi me matás... de la risa!

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