jueves, 11 de noviembre de 2010

Coctel de camarones


La palabra “coctel” me remite necesariamente a mi infancia. Hoy esto parece inverosímil, pero mi tía iba a un casamiento cada dos o tres semanas. De vez en cuando, una vez por año, accedía a llevar a alguno de mis hermanos o a mí. Como no podía llevarnos a todos juntos, porque ir con toda la prole quedaba feo, nos invitaba de a turnos y por separado. Llegado el momento, cada uno de nosotros y en solitario, pestañeaba con felicidad. Es que ir a un casamiento no solo significaba salir de noche a una fiesta de grandes, sino también acompañarla en todo el ceremonial. Todo comenzaba en centro de Lomas, en la dificultosa búsqueda del “género” (¡qué palabra antigua!),  pasar por una mercería que vendiera la aguja especial para la Singer, el hilo de seda, el molde de papel manteca a medida. Después  acarrear en colectivo los pequeños envoltorios por cuyas ranuras se escapaba siembre el brillo de las lentejuelas. Un poco más tarde, o tal vez otro día, íbamos a lo de la modista, que era una señora escuálida con unos anteojos verdes muy gruesos. Ella te recibía con un guardapolvos bajo el brazo y una sonrisa que se le iba arqueando con la espalda. La casa  siempre estaba muy desordenada y oscura. Un poco porque tenía mucho trabajo atrasado y  otro porque uno de sus hijos había caído preso y a ella eso le avergonzaba, por eso no prendía las luces. Cuando hablaba no se le entendía bien,  se comunicaba con frases cortas, enmarañadas, y encima casi nunca se sacaba la aguja que le colgaba de la boca. Sin embargo, cuando la razón de la visita era un casamiento, se restregaba la frente con el puño y empezaba a  escuchar y opinar con una solemnidad absoluta.

Cuando llegaba el bendito sábado y mientras mi tío repasaba el auto con  un plumero multicolor, caía mi abuela Cata con la excusa de venir a sebar unos mates. En realidad venía a chusmear el vestido y, de paso, a preguntar si en la fiesta lo primero que se serviría no sería el “coptel de camarones”. “Coptel”, esa palabra me avergonzaba cuando era chica, me hacía sentir más pobre que nadie, pero ahora, a la distancia, se me hace la expresión más rica y tierna que jamás haya vuelto a escuchar  en mi vida. En memoria de mi abuela Catalina Josefa Massolo, una genia para adulterar palabras, y en memoria de esas fiestas, donde el plato que más cascabeleaba era el coctel de camarones, va esta receta:

Para 2 personas:
3 cucharadas de mayonesa, 1 de kétchup, 1 gotas de cognac (o aceto balsámico), sal, limón, aceite de oliva, pimienta.
250 gramos de camarones (pelados y cocidos, como venden en las pescaderías)
1 palta, ¼ de cebolla morada, 1 tomate perita o 6 tomatitos cherry
Salsa: mezclar la mayonesa, el kétchup y el cognac o aceto. Pimentar, mezclar bien.
Saltear en unas gotas de aceite los camarones. Aunque ya estén cocidos, quedan mejor crocantes. No necesitan estar mucho tiempo al fuego, unos segundos de un lado y del otro. Retirar de la sartén o la plancha y dejar enfriar.  Cortar la cebolla bien finita, el tomate, la palta en cubos  y mezclar con los camarones. Aliñar con aceite, limón, sal y pimienta. Por ultimo, incorporar la salsa, a la que podemos añadir unas gotas de picante. Revolver despacio para que no se desarmen los camarones, que son bastante frágiles. Servir en una linda copa, como para que haga honor a la receta.
Y ya que anduvimos paseando por Témperley, el barrio donde me crié,  tan cercano al barrio "fino" de Adrogué, donde creció el escritor Ricardo Piglia y donde se festejaban  los casamientos a los que nos llevaba mi tía, nos despedimos de esta entrada con un fragmento de "Respiración Artificial":

Después de complicadas operaciones que ocupaban las siestas de mi infancia yo abría el cajón y en secreto espiaba los secretos de aquel hombre del que todos, en casa, hablaban en voz baja. Convicto y confeso decía (me acuerdo) uno de los titulares y siempre me emocionaba ese título, como si aludiera a acciones heroicas y un poco desesperadas. "Convicto y confeso": repetía y me exaltaba porque no entendía bien el significado de las palabras y pensaba que convicto quería decir invencible. 
Ricardo Piglia.

13 comentarios:

  1. Rico y muy sabroso!!!!!!!!!!!!

    La pinta es estupenda!!!!!!!!!!!!

    Besitossss!!!!!!!!!!!!!!!!

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  2. Mmm gambitas, que rico se ve ese coctel!! te robo una :P

    Un besin

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  3. Temu, gracias por este post!! Es increíble, y sí, con la Yoly seguimos diciendo "coptel" a esa mezcla tan deseada!!

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  4. ¡Gracias, chicas! Eva, muchas más gracias por tu comentario. A mí me da nostalgia la palabra "coptel" y también la cosa esa de los casamientos, jaja. ¿Es que ya no se festejan más? ¿O será que estamos en la franja de edad -media- que no encuadramos en las invitaciones?

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  5. Muy rico el coptel!! pero bellísimo el recuerdo... buenísimo el blog, hermosa!!

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  6. ¡Muchas gracias, Lau! ¡De verdad muchas gracias por pasar a leer!!

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  7. Guacha! Hiciste coptel de camarones y no me dijiste nada? Mañana paso con el taper... Te llevo pikxa! Mar.

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  8. Qué entrada más bonita y sentimental, me ha encantado y qué rica receta! muchos besos Estela! :)

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  9. Gracias por hacer de esos recuerdos un cuento tan bello. Hermoso, emotivo, y real! Tu hermana Ale.

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  10. Estela,que bien escribes!, has logrado hacer que sintiese como mia tu historia!. Tu blog es una delicia para todos mis sentidos!!!!
    Me gusta mucho el "coptel", es la gran receta de lujo de mi infancia, cuando todo era mas sencillo y sin tantas pretensiones!
    Besos señora!!!

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  11. ¡A mis hermanas, gracias! Seguro les habré refrescado la memoria con cosas que el tiempo ha ido opacando.
    Nuria, Juana, gracias chicas por visitarme siempre. Como siempre, nos vemos por sus blogs o nos vemos por el mío. Un placer que sigamos estando en contacto. ¡Besos!

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  12. Feliz martes Estela!!!
    Gracias por tu compañia!!

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  13. Siempre esta buenisimo Temu pasar, pero esta vez me emociono el recuerdo y las genialidades de las abuelas, que quedan guardadas en la memoria, para siempre!! Besos. Nata

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