sábado, 15 de mayo de 2010

Arroz con pollo y azafrán


Una excelente receta para hacer en invierno. Se prepara en menos de cuarenta minutos y se saborea mejor al día siguiente. Ese es el quid de los guisos, nadie lo puede negar. Para 4 porciones, necesitamos: 2 pechugas de pollo cortadas en cubitos, 1 o 2 dientes de ajo, 1 cebolla grande, 1 zanahoria, 2 tazas de arroz, 1 lata de arvejas, 1 morrón rojo, media lata de tomates peritas, aceite de oliva, sal, pimienta y 1 latita de azafrán (si es bueno cuesta un ojo de la cara… y sino, en el chino siempre hay del otro).

Por un lado ponemos a cocinar 2 tazas de arroz en 4 de agua (no se tiene que terminar de cocinar, ojo con descuidarse). Cuando el agua hierva, agregar un poco de azafrán para que el arroz vaya tomando color. Por otro, en una olla o cacerola, freimos la cebolla y el diente de ajo bien picados. Luego agregamos el morrón rojo y la zanahoria cortados chiquitos. Después de un par de miutos ponemos a cocinar el pollo trozado. En 10 minutos más o menos, echamos los tomates, las arvejas y todo lo que nos quede de la latita de azafrán. Mientras tanto, colamos el arroz, que debe estar semi cocido. Lo agregamos a nuestra salsa y dejamos cocinar unos 10 minutos más. Y listo, ideal sería dejarlo para el día siguiente. Y si no se puede, es porque no se puede.

Lo que sí puede uno es olvidarse de este guiso leyendo el maravilloso cuento...

La Casa del Juicio. 
De Oscar Wilde.
Y el silencio reinaba en la Casa del Juicio, y el Hombre compareció desnudo ante Dios.
Y Dios abrió el Libro de la Vida del Hombre.
Y Dios dijo al Hombre:
-Tu vida ha sido mala y te has mostrado cruel con los que necesitaban socorro, y con los que carecían de apoyo has sido cruel y duro de corazón. El pobre te llamó y tú no lo oíste y cerraste tus oídos al grito del hombre afligido. Te apoderaste, para tu beneficio personal, de la herencia del huérfano y lanzaste las zorras a la viña del campo de tu vecino. Cogiste el pan de los niños y se lo diste a comer a los perros, y a mis leprosos, que vivían en los pantanos y que me alababan, los perseguiste por los caminos; y sobre mi tierra, esta tierra con la que te formé, vertiste sangre inocente.
Y el Hombre respondió y dijo:
-Si, eso hice.
Y Dios abrió de nuevo el Libro de la Vida del Hombre.
Y Dios dijo al Hombre:
-Tu vida ha sido mala y has ocultado la belleza que mostré, y el bien que yo he escondido lo olvidaste. Las paredes de tus habitaciones estaban pintadas con imágenes, y te levantabas de tu lecho de abominación al son de las flautas. Erigiste siete altares a los pecados que yo padecí, y comiste lo que no se debe comer, y la púrpura de tus vestidos estaba bordada con los tres signos infamantes. Tus ídolos no eran de oro ni de plata perdurable, sino de carne perecedera. Bañaban sus cabelleras en perfumes y ponías granadas en sus manos. Ungías sus pies con azafrán y desplegabas tapices ante ellos. Pintabas con antimonio sus párpados y untabas con mirra sus cuerpos. Te prosternaste hasta la tierra ante ellos, y los tronos de tus ídolos se han elevado hasta el sol. Has mostrado al sol tu vergüenza, y a la luna tu demencia.
Y el Hombre contestó, y dijo:
-Sí, eso hice también.
Y por tercera vez abrió Dios el Libro de la Vida de Hombre.
Y Dios dijo al Hombre:
-Tu vida ha sido mala y has pagado el bien con el mal, y con la impostura la bondad. Has herido las manos que te alimentaron y has despreciado los senos que te amamantaron. El que vino a ti con agua se marchó sediento, y a los hombres fuera de la ley que te escondieron de noche en sus tiendas los traicionaste antes del alba. Tendiste una emboscada a tu enemigo que te había perdonado, y al amigo que caminaba en tu compañía lo vendiste por dinero, y a los que te trajeron amor les diste en pago lujuria.
Y el Hombre respondió:
-Si, eso hice también.
Y Dios cerró el Libro de la Vida del Hombre y dijo:
-En verdad, debía enviarte al infierno. Sí, al infierno debo enviarte.
Y el Hombre gritó:
-No puedes.
Y Dios dijo al Hombre:
-¿Por qué no puedo enviarte al infierno? ¿Por qué razón?
-Porque he vivido siempre en el infierno -respondió el Hombre.
Y el silencio reinó en la Casa del Juicio.
Y al cabo de un momento. Dios habló y dijo al Hombre.
-Ya que no puedo enviarte al infierno, te enviaré al Cielo. Sí, al cielo te enviaré.
Y el Hombre clamó:
-No puedes.
Y Dios dijo al Hombre:
-¿Por qué no puedo enviarte al Cielo? ¿Por qué razón?
-Porque jamás y en parte alguna he podido imaginarme el Cielo -replicó el Hombre.
Y el silencio reinó en la Casa del Juicio.

4 comentarios:

  1. que rico se ve! lo voy a intentar y luego te cuento!!

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  2. ya hice la receta,superr rico!!!!

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  3. Muchas gracias, Anónima/o! Me encanta cuando alguien confiesa haber hecho una de mis recetas! Smuack.

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  4. Hola, Estela, acabo de terminar el arrocito... rico! Me encanta tu blog: literatura + buenas ideas + buenas recetas para conquistar hombres y/o mujeres. Gracias!
    Vera

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