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miércoles, 1 de junio de 2011

El cangrejo de huevo que camina


Hola colegas y amigos: quería contarles que, a través de mi cyberamiga Analía de la Biblioteca Popular Coronel Dorrego (Buenos Aires, Argentina) fui invitada a participar en el blog de los BiBlioPeque (el blog de los Peque de la Biblio). La propuesta era colaborar con el proyecto "Juntos es Mejor", "Vivir la igualdad", que promociona la inclusión de los grandes en el mundo de los Peque.
Mi colaboración fue la receta del "Cangrejo de huevo que camina" a la que podrán llegar cliqueando sobre el título.
Estoy muy feliz por haber participado. Muchas gracias a los Peque por dejarme entrar en su blog y muchas gracias a Analía, por haberle dado tan lindo diseño a mi receta, y también gracias por todo lo que hace detrás del telón de los BiBlioPeque.
Lo que lamento en el alma es haberme olvidado de ponerle al cangrejo el elemento esencial: las pinzas! ¡Qué desastre de cocinera soy!
Espero que todos visiten la página de los BiBlioPeque y también, cómo no, la colaboración de la pseudococinera que suscribe. 
Besos, abrazos, saludos... y más besos!

domingo, 1 de mayo de 2011

Sorbete de granada


¡Feliz día del trabajador!  La fecha de hoy no debiera festejarse sino conmemorarse. A pesar de ello, yo celebro el tener un día feriado como se debe para poder recuperar energías, sueño y buen humor. Hoy está lluvioso y tras la ventana las cosas se ven como mustias, lentas, melancólicas (qué bajón). Amago a empuñar el limpiavidrios pero me detengo. Hoy en esta casa hoy no se limpia, se descansa. Me acomodo en el sofá  y pienso en las tres mejores maneras de disfrutar una tarde de otoño como esta:  o le doy play a Triste de Paul Bley, o retomo por cuarta vez el desquiciado Ulises de Joyce o me torturo una vez más con  El Sacrificio de Tarkovsky.  Pienso poco y decido rápido. En la tele dan una peli de estas en donde todos se cagan a tiros. Perfecto. ¡Qué buen plan!

Sorbete de granada para una tarde lluviosa
Ingredientes:
5 granadas
1/3 de taza de azúcar (impalpable)
Unas gotas de jugo de limón

El trámite es sencillo:
Cortar las granadas al medio y exprimir (como se exprimen las naranjas). Colar el jugo para que no queden semillitas y llevar a una olla con el azúcar y las gotas de limón. Dejar que se consuma el jugo hasta que llegue a punto almibar. Enfriar en el freezer por un par de horas. Cuando esté firme, pasar por procesadora o rallar con una cuchara hasta formar un frapé. Servir inmediatamente, antes que despachen a Henry Fonda.

Como sigue y sigue lloviznando y tengo ganas de escribir, he dedidido atormentarlos (si es que alguno tiene tiempo y ganas) con la historia (verídica) de Juan Baigorri Velar, "el hombre que hacía llover". De todas las biografías sobre inventores que haya escuchado o leído en mi vida, esta es mi favorita: 
A principios de S XX, Juan Baigorri Velar, un ingeniero argentino especializado en geofísica, descubrió que uno de los aparatos inventados por él (que medía el potencial eléctrico y las condiciones electromagnéticas de la tierra), cargado de reactores químicos y conectado a una batería, provocaba lluvias en el lugar donde se encontrara. Baigorri realizó una cruzada por diversas provincias argentinas -en lugares donde acechaba la sequía- para probar que podía hacer llover. La noticia se esparció como gota de chubasco por todos sitios, provocando risas, desconfianza y recelo en la opinión pública, prensa e instituciones meteorológicas. Un buen día (un 28 de diciembre, si no me equivoco) el diario Crítica lo desafió a hacer llover entre el 2 y 3 de enero de 1939. El Director del Servicio de Meteorología Nacional, que no paraba de gastar a Baigorri –sosteniendo que todo se trataba de un invento infame o de la obra de la casualidad-  le envíó de regalo un paraguas y una tarjeta con el texto “para que lo use el 2 de enero”. El sarcasmo del meteorólogo provocó honda cólera en Baigorri quien, restregándose las manos, se preparó para la contrapartida y escribió “como respuesta a la censura a mi procedimiento, regalo, por intermedio de Crítica, una lluvia a Buenos Aires para el 3 de enero de 1939”.

El 1ro. de enero fue un día caluroso y húmedo. Por la noche, despejado. La mañana 2 de enero, la veleta de gallo no acusó recibo. Pero hacia la noche, el cielo ennegreció súbitamente. Se levantó un viento furioso que desencadenó en una de las tormentas eléctricas más furiosas que cualquiera de aquella época pudiera recordar (¿alguien me sigue?).
El 3 de enero el diario Crítica cambiaba el título principal de la quinta edición: "Como lo pronosticó Baigorri, hoy llovió"; "Baigorri consiguió que tres millones de personas dirijan sus miradas al cielo".
Al poco tiempo Baigorri era convocado desde las más insólitas localidades para hacer desatar tormentas eléctricas por doquier. Mucho hizo llover Baigorri hasta que un buen día se cansó. Guardó el cacharro y no volvió a usarlo jamás.
Con el tiempo la gente se olvidó del "hombre que hacía llover". Baigorri murió solo, pobre, en la habitación del departamento de un amigo, en el otoño de 1972. Durante el entierro, en el cementerio de la Chacarita, fue despedido por una copiosa lluvia.
Otro trabajador incomprendido, como si en esta tierra tuvieramos pocos. Más cosas pueden leer en la muy interesante nota publicada en Radar.
¡Hasta la próxima y feliz -aunque plomizo- domingo del trabajador!

jueves, 24 de febrero de 2011

Licuado de bananas


Supongo que todo el mundo sabe cómo se prepara un licuado de bananas. Y que seguro también saben que no es una receta que figure en un libro de cocina. Curiosamente, a alguna gente le sale mejor que a otra. Eso es inexplicable pero cierto.

Como se que alguna gente sigue este blog más por los cuentos que por las recetas, describo en dos oraciones cómo se hace un licuado de bananas e inmediatamente dejo paso al cuento de Daniel Salzano que es quien mejor lo explica.

Mis dos oraciones:
Oración primera: meter en el vaso de la licuadora una banana, dos cucharadas de azúcar, 3 o 4 cubitos de hielo y 1 vaso de leche. 
Oración segunda: pulsar el botón de arranque y dejar licuando un par de minutos.

No más oraciones para esta receta. 
Ahora sí. Los que esperan el cuento y la explicación verdadera, acá la tienen, caballeros:
Desde La Pulpera:
Caballero
Daniel Salzano
De todos los mozos del bar Sorocabana el que mejor preparaba los licuados era el primero de la izquierda, un tipo con el pelo ondulado y uñas de guitarrista que pelaba las bananas como si estuviera trasplantando un corazón.
Únicamente poniendo mucha atención podías advertir que utilizaba la misma cantidad de hielo picado y las mismas cucharadas de azúcar que los otros, pero que tenía una técnica distinta para pulsar el botón de arranque: en lugar de llevarlo del 0 al 1 y del 1 al 2, lo colocaba en un punto cuya graduación directamente no existía, una especie de 1,753426, que mantenía con la mandíbula tensa y el brazo contra la axila, como si escondiera un revólver.
Todo esto yo lo veía con la punta de los pies apoyada en el estribo de la barra y la mirada a la altura del filo del mostrador.
Con el mismo hielo y con la misma leche que los demás sacaban un vaso, él obtenía un vaso y medio. Después los colocaba sobre una servilleta de papel y te los acercaba diciendo servido, caballero.
Eso me mataba. ¡Caballero!
Hay una etapa en la vida de los hombres en la que no saben ni qué decir ni qué hacer. Bueno, en ese momento es muy importante que alguien te diga caballero.
La primera vez que me compraron un traje de pantalones largos me llevaron a la sastrería Belfast y el saco me quedaba bien pero el pantalón, no. Algo pasaba. Ni era yo ni era el pantalón, pero había algo que no funcionaba. Entonces el sastre, un viejo cuyo cigarrillo ardía como un torpedo, me susurró al oído:
–El bulto a la izquierda, caballero.
Eso me mataba. ¡Caballero!
A veces creo que esas cosas deberían enseñarlas en el colegio. Cinco por seis 30, cinco por siete 35, cinco por ocho 40, el bulto se carga a la izquierda, caballero.
Hay personas que comprenden todo aunque su única función sea preparar licuados de banana o marcar el ruedo de un pantalón con la boca llena de alfileres. En cambio, hay gente que haga lo que haga jamás comprende nada.
Muchas veces, al comenzar a escribir una crónica, pienso que puede haber un pibe observando por encima del hombro, con la punta de los pies apoyada en el estribo de la máquina. Siempre y cuando consiga mantenerme en 1,753426, no hay ninguna diferencia entre escribir un buen artículo y preparar un buen licuado. Esa parte de la profesión es la que me mata, caballeros.

miércoles, 9 de febrero de 2011

¡¡Agradecimientos infinitos a La cocina de Babel!!

Quiero agradecer a mi amiga, cocinera, colega y bloggera (a quien no conozco personalmente pero igual adoro -es una genia, la verdad) por haberme levantado la moral y la estima con el STYLISH BLOGGER AWARD. JUANA, muchas pero muchas GRACIAS.
La prueba de veracidad de este premio -y las recetas de Juana- pueden verlas en LA COCINA DE BABEL que, por cierto, es el blog más recomendado por Con el tenedor en la mano.

¡GRACIAS JUANAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!

domingo, 8 de agosto de 2010

Hongos Portobello


El otro día fui a la verdulería de mi barrio y me quedé observando las bandejas de hongos. Estaban las de los blancos, popularmente conocidos como champiñones y otros más oscurillos y un pelín más grandes, los portobello. Me traje de los dos tipos y mientras pensaba en cuál sería su destino gastronómico, les hice unas fotos. Mi cámara es básica, automática y digital y, con lo rápido que avanza la tecnología, ya prácticamente obsoleta. Sin embargo me dio una increíble (pero real) reproducción de esta planta talofita:  una simple, espontánea, natural  y a la vez extraordinaria imagen. Si me pongo  melosa me dicen.
Los que conocemos de cebollas blancas, moradas, de verdeo, dientes de ajo, repollitos de bruselas, alcauciles, paltas, percibimos, de vez en cuando, cuánta belleza puede concentrar un simple vegetal. El destino lo tienen escrito de antemano: ir a parar a la olla, horno, sartén, plato, para luego continuar el recorrido que todos bien conocemos.  Sin embargo no considero que el fin sea inadecuado, por algo este blog  auspicia la noble tarea de ponerse a cocinar.


Una cabeza de cebolla de verdeo, cortada en rodajas revela, entre capas, pequeñas y milagrosas líneas fluorescentes que a los pocos segundos se apagan; una cebolla morada tiene en su interior los principios básicos de la Escuela de Bauhaus; un diente de ajo  cortado al medio, es una verdadera gema. Las verdulerías, con su simpleza y todo, poco tienen que envidiarles a un museo o una galería de arte.
Solo quería pasar estas fotos y reflexionar (me puse solemne, lo sé, lo sé...) sobre lo ciegos que somos a la grandeza de las cosas simples. Si alguno de ustedes piensa que estoy escribiendo bajo la influencia de algún hongo alucinógeno, piensa mal. El poder de estos hongos ha sido el de sujetarse con firmeza en mis retinas.
Pronto pasaré alguna receta hecha con estos hongos que estoy auspiciando. Ninguno de ellos terminará  hoy en la olla.

domingo, 18 de abril de 2010

Cazuela helada


Esto que ven en la foto es mi primer intento de hacer cazuela helada para gazpacho. La receta la robé de una página española que descubrí hace unos días y donde tienen unas recetas y fotos maravillosas. No sólo son la envidia de cualquier cocinero, sino también la de cualquier fotógrafo. La página se llama webosfritos, (le pegaron hasta en el nombre) y la pueden encontrar clickeando sobre la palabra. Ahora, tengo que criticarles algo desde mi más sincera envidia: ese cuenco hermoso se derrite a los cinco minutos de sacarlo del freezer. Es decir, es tan solo efímera contemplación de los humildes. La receta del cuenco está en la página de webos fritos pero igual  les cuento brevemente cómo se hace:


Primero: necesitamos dos cazuelas o bols de forma igual o parecida. Lo mejor es que sea uno más grande y otro más chico. Si no, dos iguales. En el fondo de la cazuela más grande (o la que va abajo), poner unas hojas de orégano, menta, perejil, o cualquier hierba comestible. Se trata de hacer un piso de hielo para poder luego sumar la otra cazuela encima. Cuando el fondo está helado, forramos los laterales con más hojas de hierbas, o alguna planta, granos de pimienta o flores. Colocamos la segunda cazuela encima y agregamos agua por los costados para completar sin que llegue a rebalsar. Llevamos al freezer unas cuantas horas. Luego lo sacamos y dejamos a temperatura ambiente un rato (o frotamos los dos cuencos con un repasador con agua caliente) para poder despegar las cazuelas. Cuando se despegue, pasamos el dedo por los bordes para darle forma más prolija y después lo volvemos a meter en una bolsa de nylon hasta que lo vayamos a usar, necesitar o simplemente admirar. Debería pasar la receta del gazpacho, pero la voy a dejar para cuando me salga una foto más agraciada.
Me despido de ustedes entre gotas de agua provenientes del deshielo de mi hermoso cuenco:

Julio Cortázar. Aplastamiento de las gotas
Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.
Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós.

jueves, 7 de enero de 2010

Estarlacs


Fiel al estilo "se hace rápido", "no soy un as", "en mi casa hago lo que se me canta", va la receta del café Estarlacs, que quiere decir, entre otras cosas, que uno es adicto al café todo el año.
Enero no es un mes propicio para el vino tinto ni para el cappuccino, así que a meter la pingüinera en la heladera y el café en congelador.
Para preparar un buen café necesitamos, mínimo, granos de café sin torrar molidos y una cafetera italiana tipo Volturno. Este blog es sencillo pero tampoco la pavada. Hacemos el café bien cargado, le agregamos crema o coffe mate, lo endulzamos y lo metemos en el freezer. Después de un par de horas lo sacamos y lo dejamos fuera hasta que afloje. Lo procesamos en la minipimmer. Cede mejor con un chorro de Baileys. Llevar a taza o vaso y espolvorear con canela o cacao amargo, como para que se parezca al verdadero Estarlacs.
De momento no hay mejores recetas, pero sí un proverbio turco: "El café ideal es negro como el diablo, caliente como el infierno, puro como un ángel y suave como el amor".Y, el amor es cursi. Como este café.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Presentación - Hola, soy Aster de Escocia



Este blog se llama "con el tenedor en la mano" porque a mí me gusta comer. Como la parte que no me gusta es engordar, voy a dedicarme a postear recetas que fui haciendo en casa durante los últimos meses, producto de aprender un poco sobre nutrición, experimentar con cosas que me gustan e ir probando de cambiar recetas que siempre funcionaron en casa.
La mayor parte de las recetas son muy fáciles y rápidas de hacer. Es decir, dedicadas a la mujer modeeerna y al caballero hacendoso. Lo indispensable es tener una sartén, o un wok, una minipimmer, una hornalla, horno o grill, y no mucho más que eso.
Y como dicen en el campo, "melón que rechina, pa´ la cochina". Suaaarte.
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