domingo, 27 de noviembre de 2011

Mini manzanas caramelizadas


Después de los cuarenta años, la verdadera cara la tenemos en la nuca, 
mirando desesperadamente para atrás.  

Desde la medianera, es posible mirar con la nuca y con los ojos.  Con la nuca busco una receta que solía hacer mi abuela; con los ojos, cocino. No se trata de la versión de las manzanas grandes, las que vendían (o aún venden) en las plazas, es una adaptación para adultos nostálgicos: manzanitas pequeñas, sin pochoclos, el caramelo no se enrieda en los pelos y no hay riesgo de perder los dientes:


Para veinte mini manzanas:
2 manzanas verdes
Jugo de limón
Canela
1 taza de azúcar
1 chorrito de agua
Colorante rojo (o verde)
Palitos de brochettes

Cortamos las manzanas en forma de esferas con la cuchara mágica que sólo se consigue en los supermercados chinos de rejas celestes. Maceramos en limón y canela. Ponemos a calentar la taza de azúcar con un pequeño chorrito de agua. Cuando se convierta en caramelo, metemos las manzanas pinchadas en un palito de brochette y las bañamos en caramelo y las dejamos secar. Si las pasan rápidamente, el caramelo se solidifica pronto. Si las dejan un buen rato en la ollita, soltarán el jugo y en vez de caramelizarse, absorberán el almibar y, en vez de caramelizarse, quedarán un poco pringosas, pero bastante buenas.
Esta receta no es lo que se dice guaaauuu, ni miaaauuu, pero para quien no piensa armar el árbol, excelente como centro de mesa (con flit por si las moscas).

Y listo. Que cada quien mire para donde más convenga. ¿Más sobre la nuca? Escuchemos a Wimpi:
La nuca 
(inicio)
El castellano tiene posibilidades insólitas. Uno puede decir en castellano con todo derecho: "Cocearete el colodrillo de tal suerte que restarás zangolotino". (¡Qué bonito, eh! ¿Saben lo que quiere decir? Quiere decir: Te Voy a dar una patada en la nuca que vas a quedar zonzo. Zangolotino, en efecto, que viene de zangolotear —y zangolotear es moverse de un lado a otro desatinadamente— se les llama a los muchachos que siguen con sus hábitos de niños o que en la casa se les hace seguir: son ésos que les dejan el pelo largo, con rulos, hasta los seis años, que toman mamadera hasta los siete y que después, claro, se chupan el dedo por el resto de su vida. Colodrillo, que viene de cogote, es la nuca. Hoy vino uno dispuesto a hablar de la nuca, amigos. O sea del contrafuerte del coco. Coco es uno de los nombres familiares del mate y de tal manera aceptado por el consenso unánime que la Academia llama cocosa a la persona que anda mal de la cabeza. La nuca es una de las cosas más necesarias del mundo. Porque sin nuca el tipo no podría acostarse boca arriba. Y si el tipo se acostara siempre boca abajo, quedaría ñato y con la punta de los pies torcidas para arriba y si siempre se acostara de costado, quedaría desparejo.

(quien quiera oír, que oiga: el cuento sigue en La máquina del tiempo).

 

domingo, 20 de noviembre de 2011

Pesto de rúcula y almendras


Si un día usted despierta y su imagen no se refleja en el espejo, por experiencia personal le digo que puede ser a causa de cinco cosas. La primera es que le corrieron la pared de lugar y usted no se dio cuenta. La segunda es que usted está ahí ahora, realmente reflejado en el espejo, pero no puede verse porque no encendió la luz. La tercera probabilidad –una suposición más rebuscada- es que usted estuvo ahí, pero no pudo reconocerse a tiempo porque antes de accionar la canilla (o grifo) para lavarse la cara, le dio pausa al despertador y tendrá que esperar un buen rato a que el espejo vuelva a hacer foco en su persona (en criollo, que se quedó dormido). Si usted resuelve que ninguna de estas tres primeras hipótesis es verdadera, sepa que tiene todos los números de la lotería para que lo suyo encaje en la cuarta deducción: usted es un vampiro. Qué problema. Los vampiros nunca sea adaptaron bien al sistema solar. Drácula, Nosferatu, Carmilla, ninguno de ellos terminó bien.
Si no puede aceptar esta triste realidad, pruebe de refutar la hipótesis comiéndose una cabeza de ajo en el  desayuno. Si le da náuseas hacer la prueba toda junta, vaya de a poco, diente por diente, incluso combinándolos en la comida.
El diente número uno:

Ingredientes
1 taza grande de rúcula fresca
15 almendras peladas
1 diente de ajo
100 cc. de aceite de oliva extra vírgen
5 cucharadas de queso parmesano rallado
Sal


Instrucciones
Para pelar las almendras: hervir diez minutos en ollita con agua. Retirar y colar. Con los dedos, quitar la piel.
Llevar a mortero la rúcula, el ajo, las almendras peladas y la sal. Machacar hasta que todo se desintegre. Cuando esté hecha una pasta (o hasta donde llegue la paciencia al vecino de abajo), agregar el aceite de oliva y el queso rallado. Mezclar bien.
Una salsa que puede andar perfecta con cualquier pasta seca, incluso puede repetir este plato varias veces durante el día.


Si pasó la prueba de la cabeza de ajo y usted afirma que no es un vampiro, pero aún no puede verse en el espejo, Con el tenedor en la mano le acerca la quinta hipótesis. Desde minificciones, Orlando Van Bredam, se la cuenta muy bien:

Olvido 
Lo terrible sucede una mañana de éstas. Usted sale de su casa y olvida la cara en el espejo. Anda todo el día sin saberlo. Es decir, que nadie se lo dice. Nadie le reprocha tanta lisura, esa página neutra en lugar del rostro. En realidad, usted piensa que nadie lo mira ni lo ha mirado nunca, preocupados como están los demás por sus propias arrugas.
Pero no es así. Ellos murmuran. Y el murmullo crece como una música indeseable. En voz baja, con guiños cómplices y esquelas anónimas que cruzan la oficina, conspiran contra usted.
Tampoco sus vecinos o su mujer o sus hijos le señalan el olvido. Nadie parece advertirlo. Tampoco usted, lógicamente, que al mirarse nuevamente en el espejo, recupera la cara perdida.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Risotto de calabaza y parmesano


Dos hombres van a un restaurante chino, y al entrar se sientan y esperan al mesero, cuando éste llega, le preguntan cuál es el especial del día, a lo que el mesero responde:
-Aloz con lata.
Los hombres se miran y uno dice sorprendido:
-¿Arroz con lata?
El mesero dice:
-No, aloz con lata.
El hombre vuelve a preguntar:
-¿Arroz con lata?
A lo que el mesero explica:
-Con lata, la mamá de los latoncitos.


Con tremendo chiste que encontré, de nada vale hacer el intento por escribir una introducción. Así que voy derecho a la receta:

Ingredientes:
1/2 kilo de calabaza o zapallo
1 cebolla
300 gramos de arroz carnaroli
1 litro de caldo de verduras
1/2 vaso de vino blanco
Queso parmesano rallado
Manteca, aceite de oliva
Sal, pimienta y salvia (o romero)

Calentar una olla con aceite de oliva a fuego bajo. Agregar la cebolla cortada bien chiquita. Ni bien transparente, poner la calabaza pelada y cortada en cubos pequeños. Cocinar unos minutos. Agregar el vino blanco y dejar cocinando hasta que se evapore el alcohol. Luego, agregar el arroz. Saltear unos minutos, mientras vamos mezclando con cucharón de madera y luego, de a poco, ir echando el caldo (un cucharón por vez, hasta que se evapore, luego otro cucharón, y así, ya saben todos). A los veinte minutos aproximadamente el arroz estará listo y la cabaza deshecha. El arroz tiene que quedar bien caldoso. Apagar el fuego, agregar sal, pimienta, manteca y queso paremesano. Tapar la olla y dejar estacionar unos minutos. Al momento de servir, podemos agregar por encima salvia o romero.

Tampoco de nada vale hacer un esfuerzo por cerrar prolijamente este post. Con tremenda fábula que encontré, me despido.

Extraida de la Revista e-Kuóreo

Otra vez "Le Corbeau et le Renard" 
De Álvaro Yunque  
  
El cuervo, subido a un árbol, estaba no con un queso según dice la fábula clásica, sí con un sangriento pedazo de carne en el corvo pico. Llegó el zorro. El olor lo hizo levantar la cabeza, vio al cuervo banqueteándose, y rompió a hablar:
—¡Oh hermoso cuervo! ¡Qué plumaje el tuyo! ¡Qué lustre! ¿No cantas, cuervo? ¡Si tu voz es tan bella como tu reluciente plumaje, serás el más magnífico de los pájaros! ¡Canta, hermoso cuervo!
El cuervo se apresuró a tragar la carne, y dijo al zorro:
—He leído a La Fontaine.

Nota: para los que no entendieron el final, paso aviso: La Fontaine escribió aproximadamente unas doscientas cuarenta fábulas, muchas de las cuales sirvieron a las abuelas de antaño para torturar a sus queridos nietos. Entre esas famosas fábulas se encuentra "Le Courbeau et le Renard" (en español, "El cuervo y el Zorro"), cuya moraleja, como era de esperarse, es de moral desgraciada.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Hummus de remolacha y garbanzos


En general, no soy de las que atienden el teléfono fijo de la casa. Como no tengo identificador de llamadas, antes de atender, acudo a la intuición. Por el día, horario o fecha, más o menos sé quien puede estar llamando. Si el teléfono suena a la mañana temprano, son los de Telefónica. Si suena un sábado al mediodía, es el llamado de un estudio jurídico que busca con insistencia a una tal Amalia que,–según me contó la operadora en las épocas que yo atendía- sacó un crédito para comprar muchos electrodomésticos y luego se dio a la fuga. Cercana a la fecha de elecciones, hacia las siete de la tarde, llaman los políticos; son estas voces grabadas que empiezan diciendo “hola, no me corte”. Los domingos, alrededor de las seis, suele llamar una tía que busca a un sobrino que tiene un número igual al mío, excepto por el número del medio. La tía esta, que sufre de cataratas, me contó que su sobrino nunca la llama y que necesita desesperadamente pedirle un favor. Una vez me ofrecí a llamarlo yo misma y le pedí el número correcto, pero la señora hizo un largo silencio, soltó un triste suspiro y luego, me cortó. Sospeché entonces que ese sobrino no existía y, con cierta congoja, también dejé de atender los llamados de los domingos a la tarde. 
Pongo en pausa esta conversación y la retomo al final.

A la cocina: esta receta es de mi amiga Juana de La cocina de Babel. Le hice un par de variaciones mínimas, aunque ustedes pueden clickear sobre Hummus de garbanzos y remolachas y leer la receta original.


Ingredientes:
1 taza de garbanzos cocidos.
2 remolachas grandes cocidas
Jugo de medio limón
1 diente de ajo
5 cucharadas de aceite de oliva
Sal, comino y pimentón dulce.
1 cucharada de tahina (si tienen)
Procedimiento:
Llevar a minipimmer o licuadora los garbanzos (sin nada de agua), las remolachas cocidas, peladas y cortadas en cubos, el diente de ajo (sin lo verde del medio), el jugo de limón y, si tienen, un poquito de tahina. Salar y agregar el comino y el pimentón. Procesar un par de minutos, hasta conseguir una pasta consistente. Rociar con sésamo y un poco más de aceite de oliva. Y ya. Muy fácil. Muy deliciosa. Muy colorida. Y muy alegre, como todo lo que postea Juana.

Retomo el tema del teléfono. Como decía, para atender el teléfono fijo de casa, me manejo con la intuición. Sin embargo, hay ciertas llamadas que me son imposibles de adivinar. Las que suenan entre las diez y las doce de la noche son siempre muy misteriosas, yo las atiendo con cierto temor pero también con mucha curiosidad. Ahora, justamente, son las diez de la noche y suena el teléfono. Así que los tengo que dejar.  

El que jadea
De Juan José Millás
(extraído de Documenta Mínima)

Descolgué el teléfono y escuché un jadeo venéreo otro lado de la línea.
—¿Quién es? –pregunté.
—Yo soy el que jadea –respondió una voz neutra, quizá algo cansada.
Colgué, perplejo, y apareció mi mujer en la puerta del salón.
—¿Quién era?
—El que jadea —dije.
— Habérmelo pasado.
—¿Para qué?
—No sé, me da pena. Para que se aliviara un poco.
Continué leyendo el periódico y al poco volvió a sonar el aparato. Dejé que mi mujer se adelantara y sin despegar los ojos de las noticias de internacional, como si estuviera interesado en la alta política, la oí hablar con el psicópata.
—No te importe —decía— todo lo que quieras, hijo. A mi no me das miedo. Si la gente fuera como tú, el mundo iría mejor. Al fin y al cabo, no matas, no atracas, no desfalcas. Y encima le das a ganar unas pesetas a la Telefónica. Otra cosa es que jadearas a costa del receptor. La semana pasada telefoneó un jadeador desde Nueva York a cobro revertido. Le dije que a cobro revertido le jadeara a su madre, hasta ahí podíamos llegar. Por cierto, que Madrid ya no tiene nada que envidiar a las grandes capitales del mundo en cuestión de jadeadores. Tú mismo eres tan profesional como uno americano. Enhorabuena, hijo.
A continuación escuchó un poco sofocada dos o tres tandas de jadeos, y colgó con naturalidad. Yo intenté reprimirme, creo que cada uno puede hacer lo que le dé la gana, pero no pude. Me salió la bestia autoritaria que llevo dentro.
—No me parece muy edificante la conversación que has tenido con ese degenerado, la verdad.
Ella se asomó a la página de mi periódico y al ver las fotos de las amantes de Clinton por orden alfabético respondió que un lector de pornografía barata no era quién para meterse con un pobre jadeador que vivía con su madre paralítica, y cuyo único desahogo sexual era el jadeo telefónico.
Me mordí la lengua para no discutir, porque era sábado y quería empezar bien el fin de semana. Pero el domingo, mientras mi mujer estaba en misa, telefoneó de nuevo el jadeador y le mandé a la mierda.
—Se lo voy a contar a tu mujer —respondió en tono de amenaza—. Le voy a decir cómo tratas tú a la gente educada y te vas a enterar de lo que vale un peine.
—Tampoco es para ponerse así —dije dando marcha atrás, no tenía ganas de líos domésticos—. Es que me has cogido en un mal momento. Discúlpame.
—Está bien, está bien. ¿Y tu mujer?
—Se ha ido a misa.
—Dile que luego la llamo.
Me quedé un rato pensativo. Desde pequeño, siempre había deseado jadear por teléfono, pero mis padres decían que era una cosa de enfermos mentales. Me he perdido lo mejor de la vida por escrúpulos morales, o por prejuicios culturales, no sé. Pero al ver aquella relación tan sana entre mi mujer y el jadeador pensé que no podía ser malo. Así que marqué un número al azar y me puse a jadear como un loco, intentando recuperar los años perdidos.
—¿Quién es? —preguntó con cierta alarma una mujer cuya voz me resultó familiar.
—Soy el jadeador —dije con naturalidad.
—Espere, que le paso a mi marido.
El marido resultó ser mi padre, nos reconocimos enseguida: inconscientemente, había marcado su número. Me dijo que ya sabían los dos que acabaría así y colgó. Luego llamaron a mi mujer y le contaron todo. Ella dice que quiere abandonarme, por psicópata, y me ha pedido que le firme unos papeles.
—Jadear a tu propia madre. ¿Dónde se ha visto eso?
Nunca acierto, sobre todo cuando imito a los demás para ponerme al día. Total, que ahora ya no puedo dejar de jadear, pero de angustia, aunque mis padres creen que lo hago por vicio.

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