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domingo, 6 de noviembre de 2011

Hummus de remolacha y garbanzos


En general, no soy de las que atienden el teléfono fijo de la casa. Como no tengo identificador de llamadas, antes de atender, acudo a la intuición. Por el día, horario o fecha, más o menos sé quien puede estar llamando. Si el teléfono suena a la mañana temprano, son los de Telefónica. Si suena un sábado al mediodía, es el llamado de un estudio jurídico que busca con insistencia a una tal Amalia que,–según me contó la operadora en las épocas que yo atendía- sacó un crédito para comprar muchos electrodomésticos y luego se dio a la fuga. Cercana a la fecha de elecciones, hacia las siete de la tarde, llaman los políticos; son estas voces grabadas que empiezan diciendo “hola, no me corte”. Los domingos, alrededor de las seis, suele llamar una tía que busca a un sobrino que tiene un número igual al mío, excepto por el número del medio. La tía esta, que sufre de cataratas, me contó que su sobrino nunca la llama y que necesita desesperadamente pedirle un favor. Una vez me ofrecí a llamarlo yo misma y le pedí el número correcto, pero la señora hizo un largo silencio, soltó un triste suspiro y luego, me cortó. Sospeché entonces que ese sobrino no existía y, con cierta congoja, también dejé de atender los llamados de los domingos a la tarde. 
Pongo en pausa esta conversación y la retomo al final.

A la cocina: esta receta es de mi amiga Juana de La cocina de Babel. Le hice un par de variaciones mínimas, aunque ustedes pueden clickear sobre Hummus de garbanzos y remolachas y leer la receta original.


Ingredientes:
1 taza de garbanzos cocidos.
2 remolachas grandes cocidas
Jugo de medio limón
1 diente de ajo
5 cucharadas de aceite de oliva
Sal, comino y pimentón dulce.
1 cucharada de tahina (si tienen)
Procedimiento:
Llevar a minipimmer o licuadora los garbanzos (sin nada de agua), las remolachas cocidas, peladas y cortadas en cubos, el diente de ajo (sin lo verde del medio), el jugo de limón y, si tienen, un poquito de tahina. Salar y agregar el comino y el pimentón. Procesar un par de minutos, hasta conseguir una pasta consistente. Rociar con sésamo y un poco más de aceite de oliva. Y ya. Muy fácil. Muy deliciosa. Muy colorida. Y muy alegre, como todo lo que postea Juana.

Retomo el tema del teléfono. Como decía, para atender el teléfono fijo de casa, me manejo con la intuición. Sin embargo, hay ciertas llamadas que me son imposibles de adivinar. Las que suenan entre las diez y las doce de la noche son siempre muy misteriosas, yo las atiendo con cierto temor pero también con mucha curiosidad. Ahora, justamente, son las diez de la noche y suena el teléfono. Así que los tengo que dejar.  

El que jadea
De Juan José Millás
(extraído de Documenta Mínima)

Descolgué el teléfono y escuché un jadeo venéreo otro lado de la línea.
—¿Quién es? –pregunté.
—Yo soy el que jadea –respondió una voz neutra, quizá algo cansada.
Colgué, perplejo, y apareció mi mujer en la puerta del salón.
—¿Quién era?
—El que jadea —dije.
— Habérmelo pasado.
—¿Para qué?
—No sé, me da pena. Para que se aliviara un poco.
Continué leyendo el periódico y al poco volvió a sonar el aparato. Dejé que mi mujer se adelantara y sin despegar los ojos de las noticias de internacional, como si estuviera interesado en la alta política, la oí hablar con el psicópata.
—No te importe —decía— todo lo que quieras, hijo. A mi no me das miedo. Si la gente fuera como tú, el mundo iría mejor. Al fin y al cabo, no matas, no atracas, no desfalcas. Y encima le das a ganar unas pesetas a la Telefónica. Otra cosa es que jadearas a costa del receptor. La semana pasada telefoneó un jadeador desde Nueva York a cobro revertido. Le dije que a cobro revertido le jadeara a su madre, hasta ahí podíamos llegar. Por cierto, que Madrid ya no tiene nada que envidiar a las grandes capitales del mundo en cuestión de jadeadores. Tú mismo eres tan profesional como uno americano. Enhorabuena, hijo.
A continuación escuchó un poco sofocada dos o tres tandas de jadeos, y colgó con naturalidad. Yo intenté reprimirme, creo que cada uno puede hacer lo que le dé la gana, pero no pude. Me salió la bestia autoritaria que llevo dentro.
—No me parece muy edificante la conversación que has tenido con ese degenerado, la verdad.
Ella se asomó a la página de mi periódico y al ver las fotos de las amantes de Clinton por orden alfabético respondió que un lector de pornografía barata no era quién para meterse con un pobre jadeador que vivía con su madre paralítica, y cuyo único desahogo sexual era el jadeo telefónico.
Me mordí la lengua para no discutir, porque era sábado y quería empezar bien el fin de semana. Pero el domingo, mientras mi mujer estaba en misa, telefoneó de nuevo el jadeador y le mandé a la mierda.
—Se lo voy a contar a tu mujer —respondió en tono de amenaza—. Le voy a decir cómo tratas tú a la gente educada y te vas a enterar de lo que vale un peine.
—Tampoco es para ponerse así —dije dando marcha atrás, no tenía ganas de líos domésticos—. Es que me has cogido en un mal momento. Discúlpame.
—Está bien, está bien. ¿Y tu mujer?
—Se ha ido a misa.
—Dile que luego la llamo.
Me quedé un rato pensativo. Desde pequeño, siempre había deseado jadear por teléfono, pero mis padres decían que era una cosa de enfermos mentales. Me he perdido lo mejor de la vida por escrúpulos morales, o por prejuicios culturales, no sé. Pero al ver aquella relación tan sana entre mi mujer y el jadeador pensé que no podía ser malo. Así que marqué un número al azar y me puse a jadear como un loco, intentando recuperar los años perdidos.
—¿Quién es? —preguntó con cierta alarma una mujer cuya voz me resultó familiar.
—Soy el jadeador —dije con naturalidad.
—Espere, que le paso a mi marido.
El marido resultó ser mi padre, nos reconocimos enseguida: inconscientemente, había marcado su número. Me dijo que ya sabían los dos que acabaría así y colgó. Luego llamaron a mi mujer y le contaron todo. Ella dice que quiere abandonarme, por psicópata, y me ha pedido que le firme unos papeles.
—Jadear a tu propia madre. ¿Dónde se ha visto eso?
Nunca acierto, sobre todo cuando imito a los demás para ponerme al día. Total, que ahora ya no puedo dejar de jadear, pero de angustia, aunque mis padres creen que lo hago por vicio.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Hummus de garbanzos y aceitunas negras


Buscando en internet “cuál es la manera más educada de comer aceitunas” (qué ganas, no?) encontré una nota sobre buenos modales en la mesa. Aunque, a grandes rasgos, uno pasa de estas reglas de protocolo, me resultó bastante simpático enterarme que es de mala educación enfriar una sopa soplando. Después de leer esto, una no puede menos que jactarse de no haber hecho tal cosa en una mesa (al menos, en la de un restaurante). Hacia el final de esta nota, encontré la respuesta a mi pregunta: las aceitunas se comen con la mano si son aperitivo y con cubiertos si forman parte de un plato. He salido de la gran duda, me dije, tras lo cual me puse a buscar información sobre la máquina de descarozar aceitunas. Por supuesto que estos datos no me sirvieron para hacer la receta que sigue a continuación, pero me ayudaron a llegar a ella y  también a un exquisito cuento.
Aquí entonces les presento un hummus poco tradicional, uno que lleva aceitunas negras: 

Ingredientes:
300 grs. de garbanzos cocidos (o 1 lata de garbanzos en conserva), 2/3 taza de aceitunas negras descarozadas, una pizca de chile o ají picante (opcional), 2 dientes de ajo, 1/4 taza aceite de oliva.  
Preparación:
Escurrir los garbanzos y reservar el agua. Llevar a procesadora o licuadora con las aceitunas negras descarozadas, los dientes de ajo machacados, la pizca de guindilla, ají picante o chile (si es que lo quieren picante) y poner a procesar.
De a poco agregar el aceite de oliva y, si hace falta, un poco de agua de los garbanzos (muy poco porque tiene que quedar espeso). Dejar procesar un par de minutos, hasta que tenga consistencia de hummus. Rociar por encima con un poco de aceite de oliva y, si quieren, también unos granos de pimienta negra. Llevar a la heladera un rato. Se acompaña con pan de pita tostado.

Entre reglas de buenos modales y aceitunas, no hay mejor ensamble que el cuento "La aceituna del medio" del escritor uruguayo Arthur García Nuñez, mejor conocido como Wimpi. ¡Hasta la próxima!

La aceituna del medio
Wimpi
El saber y la cultura son dos cosas distintas.
El saber depende del número de conocimientos que un hombre ha adquirido. Es una cuestión de cantidad.
La cultura depende del modo en que el hombre se conduzca. Es una cuestión de calidad.
Hay sabios que cuando abandonan la biblioteca, el laboratorio o el anfiteatro, no saben qué hacer. Son sabios incultos.
El médico sabio, por ejemplo, se nota en la forma cómo cura a un enfermo; el médico culto se nota por la forma en que lo trata.

Hombre culto es aquel que con la misma capacidad que cumpliera su tarea profesional, cumple, luego, su tarea de persona.
En el consultorio el médico, en el bufete el abogado, en la cátedra el profesor de historia, utilizan un saber. Pero, luego, ante el semejante que no esté enfermo, que no estudie historia, demuestran —o no demuestran— su cultura.
En una observación panorámica, la cultura es muy parecida a la buena educación.
No puede considerarse bien educada a una persona sólo porque levante el dedo chico al tomar la cucharita del helado.
El no hacer ruido con la sopa, el no atarse la servilleta con un moño en la nuca, son condiciones necesarias de la buena educación, pero no son condiciones suficientes.
Debe entenderse por buena educación el resultado de una integración de educación; la sentimental, la espiritual, la mental, la moral.

Cuando el hombre está bien educado para esas cuatro posibilidades de su volcarse en el mundo, es un hombre bien educado. Un hombre culto. Porque no solamente no le da vuelta los botones al otro mientras le habla, sino que, además, se halla capacitado para situarse —con beneficio para sí y sin perjuicio para los demás— ante el mundo y la vida.
Un ingeniero culto es el que, además de saber construir un puente que no se caiga, pincha la aceituna del medio porque sabe, también, que las otras aceitunas, rodeándola, no la dejarán escapar.

En: Wimpi, La calle del gato que pesca, Buenos Aires, 1978, Editorial Freeland.

jueves, 18 de noviembre de 2010

El invitado de noviembre: Javier Pintos


Y el invitado de noviembre es un amigazo de toda la vida: Javi Javo Javier Pintos. Javo, entre otras cosas -es decir, aparte de ser laburante- es músico. Ha participado en varias bandas de zona sur. La primera de ellas fue El borde. Él tocaba la guitarra y lo primero que me viene a la memoria es la imagen de Javier, completamente alienado en la sala de ensayos, meta pisar el pedal fender. Siempre fue un tipo tranquilo, pero  su talón de aquiles -lo que lo ponía furioso- era cuando algún gracioso le desenchufaba el pedal, rogandole que tocara sin delay.  "Pará loco, qué hacés?", respondía descolocado. Eso data de su primer período, el psicodélico-electrónico. Entretanto hizo una pequeña incursión en "Las nómades del antro”, en donde "tocábamos" mi prima, mi hermana, Sandra (la Coli) y yo.  De allí salió expedido por tan humillante talento (es que eramos una fuerza centrífuga de la naturaleza, realmente). Luego Javi se asoció con Rafi Rafa Rafaelo y armó un dúo de música electrónica. Actualmente se hacen llamar Course. Terminada la presentación, pasamos la receta y fotos que nos ha mandado tan gentilmente nuestro queridísimo amigo. Ahora, entre nos, esta sí que es difícil! ¡No me quiero imaginar cómo le habrá quedado la cocina!

Sticks especiados con cous cous estilo marroquí (una receta de Pablo Massey).

Ingredientes:

Cous cous
Agua : 550 cc
Pasas de uva negras: 100 g
Chilli rojo fresco : 1/2 Unidad
Sal y Pimienta : A gusto
Hojas de perejil : 1/2 Taza
Manteca: 1 cdita.
Almendras : 100 g
Cous cous : 400 g
Salsa de yogurt
Jugo de limón: 1 Unidad
Yogurt natural: 300 g
Pimienta recién molida: A gusto
Aceite de oliva : 50 cc
Comino molido: 1 cdita.
Sal entrefina: A gusto
Hojas de Menta fresca : 1/2 Taza
Sticks especiados
Chilli rojo fresco : 1 Unidad
Echalottes: 2 Unidades
Aceite de oliva: Cantidad necesaria
Sal y Pimienta : A gusto
Hojas de perejil : 1/2 Taza
Hojas de cilantro : 1/2 Taza
Coriandro: 1 cdita.
Ajo en escamas : 1 cdita.
Pimentón dulce: 1 cdita.
Carne de lomo: 400 g
Azúcar rubia: Una pizca
Semillas de comino: 1 cdita.

Procedimiento
Sticks especiados
En un mortero coloque las semillas de comino, el ajo seco, coriandro en polvo, pimentón, los echalottes previamente pelados y picados groseramente y el chili rojo sin semillas, machaque. Corte el lomo en trozos, colóquelo en la procesadora y procese solo un segundo, incorpore las especias machacadas, hojas de perejil, hojas de cilantro, sal, pimienta y azúcar, procese nuevamente un par de segundos y retire. Coloque la carne en un bowl y reserve.

Cous cous
En una cacerola con abundante agua caliente incorpore la manteca y sal, retire del fuego. En un bowl coloque el cous cous y cúbralo con el agua caliente, mezcle unos segundos y tápelo con un paño limpio hasta que se hidrate por completo, mezcle cada tanto para que no se apelmace.
Salsa de yogurt
En un bowl coloque el yogurt, perfume con comino, jugo de limón, las hojas de menta picadas groseramente, pimienta, aceite de oliva y sal, mezcle y reserve.

Armado:
Tome con las manos apenas húmedas una porción de carne especiada, con la palma de la mano de forma de cordón ancho y luego pinche con un palillo de brochette, presione suavemente para que el palillo quede firme. Proceda del mismo modo con el resto de la carne. - En una sartén caliente con aceite de oliva selle los sticks de carne de todos sus lados hasta dorarlos. - Una vez hidratado el cous cous vuélquelo sobre una placa, cocine sobre una hornalla a fuego directo mientras mezcla continuamente solo unos minutos, retire del fuego, espolvoree con las almendras, perejil y menta groseramente picados, pasas de uva y el chili picado, mezcle bien.

Presentación
Sirva en un plato una porción de cous cous y tres sticks de carne especiada, acompañe con la salsa de yogurt.

domingo, 29 de agosto de 2010

Ensalada Tabule


El trigo burgol es uno de los cereales más usados en la cocina árabe y oriental. Es un tipo de grano que se vende partido y precocido. Con solo agregarle agua caliente y dejarlo en remojo un rato, estará listo. Así que a los seguidores de recetas rápidas, fáciles y con potencial de ser elaboradas, les vendrá como anillo al dedo. Por la parte nutricional, al contener el grano parte de la cáscara, aportará vitaminas del complejo B, también fibras, calcio, hierro y fósforo. Y como si esto fuera poco, amortiza los niveles de glucemia y colesterol en la sangre.

Para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero, llega hoy la receta de la ensalada tabule (hay muchas otras que se pueden hacer con trigo burgol, y que quedarán para un futuro no muy lejano, ya que en la simbólica me vendieron dos kilos... también una birome, dos paquetes de carilinas, cuatro pilas energizer y un mp3 de Ricky Martin). Antes que se acerquen las polillas pasamos a la receta de esta típica ensalada árabe.

Para cuatro personas, necesitamos:
250 gramos de trigo burgol, 1 pepino, 1 cebolla blanca y un par de cebollitas de verdeo, 1 tomate perita, perejil o cilantro, medio morrón verde, jugo de limón, aceite de oliva y, si quieren, también unas hojitas de menta, 5 o 6 aceitunas negras y una pizca de comino.
Poner el trigo en un bol y cubrir con agua hirviendo o muy caliente (tiene que sobrepasar un centímetro al trigo) y dejar una hora en remojo. Cortamos chiquita la cebolla blanca, la de verdeo, el pepino, tomate, morrón y aceitunas.

Picamos el perejil o cilantro y, si tienen, las hojitas de menta y las aceitunas. Colamos el trigo y cuando esté frío, mezclamos todo. Aliñamos el tabule con jugo de limón, sal, aceite de oliva y una pizquita de comino.
Muy bien, he logrado llegar a una redacción limpia y didáctica (o eso creo). Le voy tomando el pulso al estilo de cocinera. Motivo suficiente para terminar con un chiste:

Es un ladrón que no tenía plata, y mandó hacer una pistola de madera.
Al día siguiente entra en un banco con la pistola en la mano y dice:
¡Todos al piso o los muelo a palo!

sábado, 20 de marzo de 2010

Falafel ligerito



Este falafel es lo que se dice rápido. Necesitamos: una lata de garbanzos bien escurridos, media cebolla cortadita, un diente chiquito de ajo picado, cilantro o perejil, sal, pimienta y semillas de sésamo para rebozar. Metemos todo esto en la minipimmer (menos las semillas de sésamo) hasta que se forme una pasta dura. Armamos bolitas y las rebozamos con semillas de sésamo. Las podemos freír o meter al horno. Se acompañan con las salsas que siguen en los próximos post.

Tahini


El tahini es una de las salsas tradicionales de la cocina árabe y sirve, por ejemplo, para acompañar nuestro falafel. Es muy fácil. Para prepararlo solo necesitamos semillas de sésamo, sal, perejil o cilantro, ajo y agua.
Tostar las semillas en una sartén a fuego mínimo durante 5 a 10 minutos. Cuando estén levemente doradas, apagamos el fuego. No dejar que se quemen, sinó la salsa queda amarga. Procesar las semillas en la minipimmer o licuadora mientras vamos agregando de a poco agua y sal. La salsa debe quedar ligeramente espesa.

domingo, 7 de febrero de 2010

A las tres... Hummus


Hummus fácil: comprar una lata de garbanzos remojados (sale mejor con La Campagnola). También se pueden hacer los garbanzos en casa, sólo hay que remojar los garbanzos una noche entera, al día siguiente hervirlos una hora o hasta que estén tiernos y escurrir. En el vaso de la minipimmer meter los garbanzos y poco menos de un cuarto de taza del agua de la lata o de la cocción. Agregar el jugo de 1/2 limón, un diente de ajo, sal, pimentón y aceite de oliva. Procesar. Si la pasta queda demasiado dura, le agregan un poco más del agua de garbanzos. Llevar a un recipiente y dejar en la heladera por lo menos una hora. Al momento de servir, esparcir por encima semillas de sésamo, pimentón y aceite de oliva.
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