viernes, 28 de octubre de 2011

Arroz con calamares, marca registrada


 

Advertencia: este es uno de los habituales posts en donde la entrada explota de bytes. Si el bloggero lector no tiene tiempo, sugiero pasar de largo. Si a pesar de la advertencia, el lector bloggero igual se quiere quedar, tenga paciencia. Hoy me levanté con ganas de escribir.

Ahora sí: El día que murió Steve Jobs, yo no tenía idea de quién era ese hombre. Me enteré porque muchos colegas ponían, por foto de perfil, la imagen de la manzanita. Facebook ardía con la noticia: el creador de Mac ha muerto.
Llegué pronto a un video muy emotivo en donde Jobs hablaba sobre "conectar los puntos" del pasado. Lo que entendí es que sugería que todo lo que uno aprendió en la vida podía reunirse en el presente, viniendo a significar esto, la clave del éxito. Me conmoví con su discurso y sentí una especie de iluminación. Pero, con el correr de los días, caí en la cuenta que la luz que el yotube enciende, pronto se apaga. A partir de entonces, empecé a preguntarme si realmente estas teorías funcionaban en la realidad. O es el corazón mudo, o es que los puntos se repelen, o la voz interior es un carromato o es que con las habilidades por sí solas, no alcanza.
Por poner un ejemplo, voy a poner el mío. En mi niñez aprendí teoría, solfeo y punteo de guitarra criolla, flauta dulce, quena; taquigrafía, mecanografía, cerámica, samba y folklore; hice manualidades, anduve entre los boy socuts, hice de negra en las fiestas patrias y hasta tomé cursos de corte y confección. A los trece años ahí estaba yo, en la puerta del secundario, cargando con todo mi equipaje intelectual. Lo recuerdo muy bien. Fue un día terrible. Pisé la escuela con un vestuario tan rústicamente hecho con mis propias manos, con una cartuchera tan mal pintada con mis propios dedos, que me gané un apodo bastante infeliz que no quisiera repetir. Desde luego, ese día aprendí que para algunas cosas, mejor seguir a la masa.


Volviendo al presente, que es el lugar desde donde escribo, todavía hoy me sigo preguntando por qué hacen tanto efecto las palabras de Jobs, si en el fondo todos sabemos que son mentira. No sé si es suerte, estrella, destino, pero la vida es muy distinta para cada uno de nosotros.
Para no dejar sembrado el gusto pesimista de las cosas, quisiera decir que yo sí he contado suerte en la vida.  Una, dos, tres de ellas, el espacio para pasar recetas. Porque a eso también venía:

Ingredientes (para dos o tres existencialistas)
2 tazas de arroz blanco del que tengan
5 cucharadas de aceite de oliva del que tengan
1 cebolla grande de la que tengan
1 diente de ajo del que tengan
1 pimiento morrón rojo del que tengan
1 lata de calamares o 1 tazas de calamares hechos en casa, si es que pueden con ellos
1 lata de tomates peritas pelados, de la que tengan
Un poco de vino blanco seco de la marca que sea
Sal, pimienta, pimentón dulce, pimentón picante (yo le puse también una pizca de chile, para darle power, porque es lo que tenía)

Donde se concentran los sabores:
Calentar el aceite de oliva, freír el ajo y la cebolla bien picados o pisoteados. Luego agregar el pimiento morrón cortado bien chiquito. Salar, pimentar, agregar pimentón dulce y picante. Agregar un poco de vino blanco. Cuando evapore, agregar la lata de tomates pisados y, por último, los calamares (si son de lata, ya vienen cocidos).
En olla aparte, cocer arroz. Cuando esté cocido, lo colamos y lo metemos en moldecitos. Luego los desmoldamos y echamos por encima la salsa de calamares. Un plato muy popular pero no por ello menos personal.

Yo se que los que tienen Iphone y Ipad me estarán odiando. Tal vez también se enoje por esto que digo Steve Jobs (por allá por donde se encuentre, quizá atascado en la net). Así que en algo he de redimirlo. Esa parte de la "marca personal", la compro. No puedo usar la manzana porque Mac me demandaría. Pero sí esta insignia que armé con la cabeza de un ají morrón que ven en la foto. Porque tal vez sí, tal vez todo termine resultando como dice Jobs. Quien dice que mañana no se contacte conmigo algún gerente de Knorr Suiza o Arroz Gallo Oro para pedirme que escriba recetas de cocina para las tapas posteriores de sus cajas. Y si esto sucediera, entonces sí, me diría "qué suerte (perra) la mía". Y también diría, muchachos, vayan agrandando la caja.
Hoy no hay cuento.
Muchas gracias a los que aguantaron hasta acá. Y a los que aguantan más allá, también.
Hoy es viernes y llueve. Desde septiembre, todos los viernes llueve.

sábado, 22 de octubre de 2011

Pasta de tomates y queso


Esta es una microintroducción:
Hola. Hoy es sábado y llueve. Desde septiembre, todos los sábados llueve.
Esta es una microrreceta:
100 grs. tomates secos, pimentón, 1 diente de ajo, aceite de oliva, queso tipo philadelphia, sal y pimienta. 
Hidratar los tomates en agua hirviendo. Escurrir. Meter todo en un vaso de minippimer o licuadora, y zzZZZg.
Esto, un microfinal:
Chiau.
Y, "si todo es como parece", esto es microficción:
Microrrelato de Fabián Vique.
Microvideo de: no sé (pero, ¡felicitaciones!).

sábado, 15 de octubre de 2011

Brochetas de pollo empanadas


Hay veces en que la tranquilidad no puede ser el resultado de la reflexión. 
Debe nacer del alma.

Eso dice el amigo invitado de la casa, Lucio V. Mansilla, en Una excursión a los indios ranqueles. La cita me viene como anillo al dedo porque, después de una semana de ver gente dejando estelas por la calle, levantando viento en los pasillos del subte, jugar la pulseada diaria contra el reloj y, sobre todo, después de una semana de oír que por favor llegue el fin de semana, veo cómo esa misma gente, o esta misma persona, se levanta el sábado -el primer día de descanso, según el optimista- y ya en su casa, rodeada de  amable luz y respetable silencio, calle tranquila, cortinas moviéndose al son del viento de primavera, no tiene mejor idea que encender la radio, la televisión, la computadora, el lavarropas y hasta intercambiar opiniones poco amables con el gato.
- ¿Y ahora, qué mierda le pasa a la yogurtera?
- Miauuu, miauuuu.
¡Por qué nos cuesta tanto acostumbrarnos al ocio! Pienso, mientras reflexiono, que ciertamente, la tranquilidad debe nacer del alma. Y si no nace, hay que plantarla.

La receta original  se llama "pollo-no-frito" y es de la bloggera y amiga chilena Pamela. Esta versión que les paso, es más rápida que la original, porque así estoy.

Para 6 brochettes
2 pechugas de pollo cortadas en cubos
1 1/2 taza de pan rallado
1 cucharadita de ajo en polvo
1/2 cucharadita de pimentón
Sal y pimienta
Tomillo, orégano o albahaca
1 yogurt natural
Aceite de oliva.

Preparación.
Marinar el pollo con sal, orégano, pimentón, pimienta, albahaca (o tomillo u orégano) y ajo en polvo por un rato. Pasar los trozos de pechuga por el yogurt y luego, por pan rallado (milanesas, digamos). Guardamos en la heladera hasta el momento de cocción. Pamela dice, en su receta, que para que el pollo quede crocante, debe estar lo más helado posible (por la foto verán que no le hice caso). Llevar a una placa aceitada y meter en horno o grill por media hora.
Una salsa que le puede quedar genial es la de "Labna con chile verde y granada". Pueden consultar la receta en el blog de Tito y Juana. Cuando sea un poco más excéntrica, prometo, la voy a hacer.

Y, como dice Mansilla, la paciencia es una virtud que conviene ejercitar en las pequeñas cosas. Estas pequeñas cosas, en mi caso, están en la cocina y en los libros. Así que me despido con otro de los hits del Mallmann de nuestra literatura nacional:

"¡Cuánto cuesta a veces cumplir las pequeñeces!
Es por eso que el hombre debe ser observado y juzgado por sus obras chicas, no por sus obras grandes."

Lucio V. Mansilla, Una excursión a los indios ranqueles, 1870.

domingo, 9 de octubre de 2011

Masitas de canela y muchas otras cosas más


Fin de semana largo. Sábado de mucha lluvia y mucha y merecida siesta. Domingo de mucho viento y mucho reacomodamiento de nubes. Muchas estaciones, mucho viaje, muchas páginas pasadas de un libro magistral. Mucho mate, mucho descanso, muchas medias lunas, mucha luna llena y muy pocas las ganas de seguirlos atosigando con las muchas palabras que suelo usar para la introducción. Así que ya mismo, con muchas ganas, a la receta:

Ingredientes (para muchas galletitas):
2 tazas de avena fina
1 1/2 taza de harina común
1/3 taza de azúcar negra
1/3 taza de azúcar blanca
1/2 cucharadita de sal
1/2 cucharadita de polvo de hornear
100 grs. de manteca
1 huevo
Canela, ralladura de limón y pasas de uva

Preparación:
Mezclar la harina, la avena, la sal, canela, polvo de hornear, ralladura de limón y las pasas de uva. En otro bol, mezclar la manteca con el azúcar blanca y el azúcar negra. Agregar el huevo y mezclar. Integrar las dos preparaciones, mezclando bien con un tenedor, hasta obtener una masa homogénea. Estirar la masa con palote, envolver en papel film y guardar en la heladera. Mientras tanto, precalentar el horno. Enmantecar y enharinar una placa. Sacar la masa de la heladera, volver a estirar con palote y recortar en círculos con la ayuda de un moldecito redondo o con la boca de una copa o vaso chiquito, haciendo un pequeño círculo en el centro. Llevar a la placa y hornear por 15 minutos aproximadamente. Dejar enfriar.

Que tengan mucha suerte. Muy felices días. Y muy buenas noches. Me muy despido con un maravilloso fragmento del olvidado y tan-grande-y-muy-mucho escritor. 

Fragmento de "Una excursión a los indios ranqueles" (1870), de Lucio V. Mansilla:

Bustos, que no se separaba de mi lado, volvió a decirme:
-No tenga miedo, amigo.
Le contesté, con tono áspero y fuerte:
-Usted me está fastidiando con su: No tenga miedo, amigo –y echando un voto cambrónico, agregué-: Dígame eso cuando me vea pálido.


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