domingo, 19 de diciembre de 2010

Brochettes navideñas

Una muy buena idea para hacer una entrada navideña:  una brochette rápida, fácil, apta para el verano y lo más parecida a un centro de mesa (elemental para quienes no llegaron a armar el árbol de navidad). Una receta que, además de ahorrarnos de ensuciar muchos platos, mantiene ocupado y silencioso al más ansioso comensal. Y como si esto fuera poco, no se enchufa (ni se enciende, claro).

Ingredientes:
Tomates secos
Nueces
Tomates cherry
Dos o tres tipos de queso, que pueden ser de cabra semi-duro, mozarella y algún otro del tipo salado.
Palitos de madera, aceite de oliva, sal y pimienta

Preparación:
Hervir los tomates secos por 5 minutos. Colar, llevar a un recipiente, cubrir con aceite de oliva y granos de pimienta y reservar. En un palito de brochette, pinchar un tomate seco, un pedazo de queso, un tomate cherry, una nuez (los desafío a agujerearlas), y así sucesivamente alternando con los distintos tipos de queso. Aliñamos con aceite de oliva, sal y pimienta. Un chiste.

Me despedido recordando que, además de ser fechas en donde la ciudad se convierte en un hormiguero, de tener que soportar publicidades falsamente esperanzadoras (como que me voy a ganar la lotería),  y de encontrar en la web del banco una ventana emergente que dice "cuerda floja",  por encima de nuestras cabezas ocurren grandes cosas:  para quienes caminamos por debajo del Trópico de Capricornio, entre el 21 y 23 de diciembre, acontece el solsticio de verano (¡con razón tanto calor!). En memoria de los movimientos de rotación y traslación de la tierra, terminamos este post con un maravilloso fragmento del libro "Las ciudades invisibles", escrito por Italo Calvino.

Las ciudades y los intercambios. 1

A ochenta millas de proa al viento maestral el hombre llega a la ciudad de Eufamia, donde los mercaderes de siete naciones se reúnen en cada solsticio y en cada equinoccio. La barca que fondea con una carga de jengibre y algodón en rama volverá a zarpar con la estiba llena de pistacho y semilla de amapola, y la caravana que acaba de descargar costales de nuez moscada y de pasas de uva ya lía sus enjalmas para la vuelta con rollos de muselina dorada. Pero lo que impulsa a remontar ríos y atravesar desiertos para venir hasta aquí no es sólo el trueque de mercancías que encuentras siempre iguales en todos los bazares dentro y fuera del imperio del Gran Kan, desparramadas a tus pies en las mismas esteras amarillas, a la sombra de los mismos toldos espantamoscas, ofrecidas con las mismas engañosas rebajas de precio. No sólo a vender y a comprar se viene a Eufamia sino también porque de noche junto a las hogueras que rodean el mercado, sentados sobre sacos o barriles o tendidos en montones de alfombras, a cada palabra que uno dice -como «lobo», «hermana», «tesoro escondido», «batalla», «sarna», «amantes»- los otros cuentan cada uno su historia de lobos, de hermanas, de tesoros, de sarna, de amantes, de batallas. Y tú sabes que en el largo viaje que te espera, cuando para permanecer despierto en el balanceo del camello o del junco se empiezan a evocar todos los recuerdos propios uno por uno, tu lobo se habrá convertido en otro lobo, tu hermana en una hermana diferente, tu batalla en otra batalla, al regresar de Eufamia, la ciudad donde en cada solsticio y cada equinoccio intercambiamos nuestros recuerdos.

1 comentario:

  1. Muy buena la receta de brochettes navideños, los voy a hacer.

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