miércoles, 13 de abril de 2011

Salmon rosado a la mostaza y miel


De vez en cuando Con el tenedor en la mano desaparece del Veraz y registra saldo positivo en la cuenta bancaria. Por ser una receta un poco salada, va dedicada al pequeño y mediano burgués. Con ustedes, el clásico salmón rosado a la mostaza y miel, el mismo que se sirve en los restaurantes de los hoteles 5 estrellas (bueno, está bien... de cuatro). Una delicia. Y después de esto, los que no vivimos en San Isidro, a festejar con arroz blanco toda la semana!

Ingredientes (por acomodado):
1 rodaja de salón rosado
1 cucharada de mostaza de djion
1 cucharada de miel
1/2 vaso de vino blanco
1/8 taza de aceite de oliva (si es español, cuanto mejor)
1/2 limón exprimido
Sal y pimienta
Para acompañar: rodajas de ananá en almibar.

El procedimiento es muy simple: forramos una bandeja con papel aluminio. Acomodamos el salmón, salamos y pimentamos y, por encima, echamos el jugo de limón, la mostaza, la miel, el aceite de oliva (todos mezclados previamente) y  la mitad del vino blanco. Tapamos con papel alumnio y llevamos al horno. A los 10 minutos, agregamos el vino blanco restante y dejamos unos minutos más. El acompañamiento que mejor le va es el ananá en almibar. Pero si su costado progre se los impide -y antes de usar el falso argumento "el ananá me causa acidez"- pueden reemplazarlo por unas papas hervidas con pimentón. Fácil, eh?

Y ahora sí, reacomodandome a mi estatus social me despido, repasador en mano, con un bello cuento subversivo. Extraído de la página NarrativaBreve, con ustedes:
Revolución
De Sławomir Mrożek (1930-), escritor, dramaturgo y dibujante de cómics polaco:
En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa. Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí. Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver. Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable. Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista. La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición preferida. Pero al cabo de cierto tiempo, la novedad dejó de ser tal y no quedó más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio. Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista. Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por “ese cierto tiempo”. Para ser breve, el armario en medio también dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario. Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución. Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna. Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez, “cierto tiempo” también se mostró impotente. Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio -es decir, el cambio seguía siendo un cambio-, sino que al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo. De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama. Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba. Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario...

7 comentarios:

  1. Hoy mismo voy a comer salmón, voy a prepararlo así.
    Allá voy a la cocina!!

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  2. El salmón, como todos tus platos, muy tentador... pero antes voy a cambiar la cama de lugar. Es tan lindo recordar las épocas de rebeldía!

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  3. Mejor a festejar chupando un hueso de aceituna amiga!!!, asi además de ahorrar nos preparamos para ponernos el bañador!!!
    Y despues de este salmón me daria igual pasar unso dias pagando por el!!
    Tengo que volver, es tarde y quiero leer el relato tranquila y sin niñas esperando a la ducha!
    Luego vuelvo amiga!!!
    Cariños!

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  4. Isa, Eddy, Juana! Muchas gracias por los comentarios. Juanita, ahora me actualizo en tu blog. Besos!

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  5. Siempre es un placer pasar por aquí.Hace tiempo que no comemos salmón,la preparación con miel y mi adorada mostaza me ha encantado,y tan limpio con el papel de plata,sí tenemos algo de plata!.
    El relato,con mucha enjundia,como todos los que nos presentas,así de suaves y descafeinadas son nuestras revoluciones hoy.
    Besos guapa.

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  6. Una exquisitez Estela de verdad ,soy adicta al salmón,acá es muy barato en el sur ,las fotos maravillosas y el dorado hermoso,cariños y abrazos.

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  7. jjajajja, muy buena tu introducción Estela, la verdad que el salmón creo que sólo es barato en Chile, aunque ni tanto porque hoy se exporta practicamente todo. Aquí es caro y cuando lo hago es miniatura, ya me estoy acostumbrando al menú minimalista.
    Que buen plato querida, te ha quedado de lujo.
    Un abrazo vecina!

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